domingo, 1 de agosto de 2010

AL CARAJO CON EL MUNDO

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Joder o ser jodido, es la máxima, y eso es el mundo hoy. Y me refiero a todo, a sexo o a devastar al otro, volverlo polvo. El mundo se parece cada vez más a un video juego donde la recompensa resulta inútil, insuficiente, por eso mismo la tentación de repetir. En el sexo hay eso, la tentación de repetir porque no se llega a nada. Sexo, por o con amor, es otro boleto; pero sexo, sólo porque sí, es una forma de no ir a ninguna parte.

Una vez al día todo mundo siente un vacío interior, y necesita aplastar algo, una teoría, un chisme, un chiste, o la fama de otra persona. Es como si lo único que le otorgara sentido de plenitud al hombre fuera la derrota de los otros.

Todo mundo miente, es una práctica habitual, mentir le otorga al hombre contemporáneo una sensación de creatividad, el impulso vital. Hablar con la verdad o ser verdadero, parece no estimular a nadie. La verdad termina con el juego, la mentira te invita a ver hasta dónde llegas, investigar qué tan flexible puede ser la realidad.

La confusión es el hábitat natural. Todo es artificio, espejismos y engaños. Lo prohibido posee un magnetismo contundente. El hombre, a diferencia de la mujer, está más habituado a las formas del desastre.

Todo hombre es huérfano, carece de figuras de autoridad. Las figuras de autoridad son blancos a los que hay que dispararle como un juego y luego celebrar la burla y el sarcasmo. Un ídolo de multitudes es aquel que se burla de todos. El sinsentido es rey. No hay más líneas, el mundo es una hoja en blanco. Presas de la manipulación los seres humanos alienados se creen vencedores de una estrategia de opresión que no alcanzan ni siquiera a vislumbrar.

Hacer lo correcto, ser exitoso ¿para qué? ¿Cuál es el sentido de trascendencia en el hombre moderno? No existe, como no existe un propósito de vida. El ser humano no posee nada, es un miserable, y como no tiene nada, lo quiere todo, al menos para fastidiar a alguien. Es lo único que conoce, lo único que le otorga (aunque falsa) una sensación de poder.

Mujeres deseando participar en política, al mismo tiempo que desean ser la portada del Cosmopolitan. Hombres con inmensas camionetas haciendo evidentes sus carencias emocionales y sexuales. Tintes y tetas de silicona. Drogas para experimentar amor. Música para aturdirse. Intelectualizaciones de la realidad. Eso es el mundo hoy. Telebasura, realidad corrupta. Sin una sola idea propia la gente anda suelta por el mundo.


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¿Qué es lo realmente importante? ¿Para qué carajos vive uno? Uno no decide cuando nacer, pero puede terminar su vida en el instante en que quiera. ¿Por qué no lo hace? ¿Por qué se mantiene con vida en un mundo que parece aplastarlo?

Existe una programación fundamental que nos mantiene vivos. No es buena idea el suicidio, no es bien visto, y a la mayoría de las personas les interesa más lo que otros opinen de él que lo que pueden opinar de ellos mismos, esa es la programación y se le ha dado el nombre de “mente”.

Al nacer eres virgen de mente. Poco a poco la sociedad comienza a programarte. Tus padres son los primeros en programarte, luego vendrán los maestros, amigos, familiares, la televisión, etc. Al nacer eres sólo absorción, una esponja.

Al principio no te encuentras separado del mundo ni del universo. Si ves un árbol, tú eres ese árbol; por eso si un niño pequeño ve que otro niño golpea una piñata, llora, y eso es debido a que él está convencido de que él es la piñata que está siendo golpeada. Si otro niño llora, los demás comparten ese llanto. “Yo soy todo lo demás”. No existe una diferenciación entre Yo y el mundo, porque no existe tal cosa como un Yo.

“Carlos tiene hambre”, dice el niño. Habla de sí mismo en tercera persona, como otro, ya que escucha que así le llaman los demás. “Él es otro”, no Yo. “Carlos tiene hambre”, “Carlos tiene sueño”, etc. Enorme capacidad la del niño que aún no posee una mente (programación).


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La realidad exterior sólo es el reflejo de la realidad interior. ¿Tu vida es miserable? Tu vida social, laboral sentimental es un desastre, y culpas de inmediato al mundo. Jamás terminas por comprender que tú eres el mundo. Lo que opines del mundo es lo que opinas de ti mismo (por eso tienes tan mala fama, principio de la baja autoestima).

Como te tratas a ti mismo es como tratas a los demás, y viceversa. Todo son correspondencias poco entendidas. ¿Cómo esa mujer puede ser esposa de ese gañán? No es libre de responsabilidad. Sólo son correspondencias, y nada de eso tiene que ver con el amor.

Todo mundo habla del amor y nadie lo conoce, como todo mundo da un consejo y pocos son los que lo aceptan (incluso sus mismos consejos) ¿Por qué? Porque ninguna idea es propia. Toda idea es parte de una programación colectiva. Cada país, cada pueblo, cada cultura posee su propia programación.

Cada totalidad es un conjunto de cientos y miles de totalidades contenidas en sí misma. La suma de todas y su interrelación es lo que compone la programación mayor. Tu familia y la de tu pareja tienen ideologías (programaciones) diferentes, aunque similares en ciertos aspectos fundamentales (somos latinoamericanos, mexicanos, de clase media, etc). Pero entonces ¿quién soy yo? ¿Qué es ser yo?


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Yo es inflexible autoimagen. Ego es la crónica incapacidad de darte cuenta de ti mismo. Se defiende la imagen como no se defiende ni a la esposa ni a la patria ni a la madre, tal vez sólo se defiende de igual manera al equipo de futbol preferido. Nada es tan sagrado como esa autoimagen. “Nunca jamás vuelvas a insinuar que no soy generoso”, puede decir alguien por ejemplo. Es decir, no se permite ni siquiera una sugerencia que contradiga la autoimagen. “Yo no soy misógino, entiéndelo, mujer estúpida”, eso puede ser el ego no dándose cuenta de sí mismo.


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Reorganizar el caos, dejar las cosas como están. “A ver qué pasa” dicen todos, como si esta evasión de la realidad fuera un alivio. Todo alivio es un error, una fuga. ¿Tienes problemas? Viaja. ¿Problemas con tu mujer? Búscate otra. La respuesta rápida y sencilla, así lo aprendiste tú, eso es tu programación. ¿Ir en contra de ella? ¿Para qué? Tu ego se defiende. Caer una y mil veces en los mismos errores, aceptarte idiota te dicen que es humildad, pero no remedia nada en absoluta. Salir a aturdirte con música, sexo, alcohol, poder, con lo que sea que pueda acallar las voz interior que te tortura ¿Quién es el verdugo? Tu propia mente, tu ideología, tu programación. Ninguna idea te pertenece, ni una sola idea ha sido generada por ti, pero tú te crees inteligente porque lees libros, eres irónico y escuchas jazz. Los cerdos se ríen en manada. Celebrar tus errores delante de los demás es un convenio. Si tú declaras que eres un idiota, entonces crees que tienes autoestima. Los demás no te argumentan lo contrario porque entonces tendrían que demostrar que ellos son inteligentes. Mejor dejarlo así, “a ver qué pasa”. Mientras tanto todos siguen siendo idiotas, y el inconsciente colectivo se nutre de más estupideces. Heredamos y heredaremos más complejos, traumas y vicios. ¿Importa? Los existencialistas dicen que no, finalmente todos vamos a morir, pero ¿mientras tanto? ¿Y vivir esta transición debe ser doloroso? Claro, los idiotas dirán: “Yo no sufro, sólo sufren los cobardes”. El machismo: los hombres duros no lloran, no sufren, no hablan de sus sentimientos, sólo se emborrachan. Las mujeres correctas no gritan, no reclaman, no denuncian, son comprensivas, y apoyan a su pareja, claro, abandonándose a sí mismas.



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La racionalización, propia de la civilización está acabando con la naturalidad de la vida. Hoy todo es artificial, todo es manipulación. No llores, si alguien te dice o hace algo, defiéndete, te dicen tus padres. Si te pegan, pégales. ¿Y se preguntan por qué el mundo es cada vez más violento? Claro, la culpa siempre es de los demás. ¿Cómo podría yo afectar al mundo siendo tan efímero? Y eso es lo que piensan todos y al mundo se lo lleva el carajo. Discursos y más discursos acerca del progresivo deterioro del mundo, pero dónde están las acciones. La verdadera revolución comienza en uno mismo. Si es que puede existir revolución está debe ser interior, no exterior. El mundo es perfecto, el mundo no te hace nada, tu forma de relacionarte con él es lo que produce el deterioro. ¿Y la televisión no contribuye? Tírala, ¿para qué la sigues viendo si dices que no te gusta? ¿Para ver qué tan mal está el mundo esta mañana? Todo mundo miente, aunque esa mentira tenga mucho de inocencia. Nos gusta lo que nos daña, y seguimos ahí. La permanencia es morbosa, porque la mente es morbosa.

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